A día de hoy es raro ver a un adolescente sin algún dispositivo electrónico, es más, la mayoría cuenta con dos o más. El tiempo que pasan de ocio cada vez está más orientado hacia las pantallas que con planes con los amigos en persona, y cuando se juntan siempre está presente el móvil, siendo algunos casos incluso cómicos (o alarmantes) pues ves un grupo de chavales todos con sus móviles viendo las pantallas sin hablar los unos con los otros.
Está claro que la forma de socializarse y convivir está cambiando mucho y rápido y por eso los padres por un lado tenéis que ser capaces de adaptaros a estos cambios, pero también estar pendientes del uso que les dan vuestros hijos a las tecnologías.
Toda conducta que produce placer puede terminar convirtiéndose en una conducta adictiva y en el caso de las tecnologías, con el efecto que hacen en el funcionamiento del cerebro aún más (si queréis saber cómo afecta al cerebro de vuestros hijos podéis leer un artículo que ya escribí: https://albertobuenopsicologia.es/tecnologias). Por eso tenemos que diferenciar entre el uso, abuso y la adicción.
El uso correcto de las tecnologías sería que el tiempo, la frecuencia y el modo de empleo no tenga consecuencias negativas en el adolescente. Es decir, si vuestro hijo termina de estudiar y se conecta con sus amigos para echar una partida por internet, estamos hablando de un uso correcto.
El abuso sería que ya el tiempo, la frecuencia y el modo de empleo empieza a generar consecuencias negativas; en sus relaciones con sus iguales, como por ejemplo que dejase de quedar presencialmente con sus amigos. También que afecte a su rendimiento académico, dejando las responsabilidades del colegio por el uso de las tecnologías.
Por último, estaría la adicción. En ésta estarían presentes tres síntomas que están en todas las adicciones: la tolerancia, abstinencia y la dependencia. Para que podamos hablar de adicción a la tecnología habría que haber un aumento de horas de consumo con las pantallas, un aumento que cada vez será mayor porque las horas con las que empezó ya no serán suficientes. Otros de los síntomas sería la abstinencia, es decir, la sensación de malestar que genera el no poder usar las pantallas.
Ambos síntomas generan la dependencia, que es la necesidad de usar más tiempos las tecnologías y si no es posible se genera una sensación de malestar en el adolescente. Aquí ya sea ha perdido el control de la situación, aquí ya vuestro hijo sería esclavo de las tecnologías.
¿Cuáles son las consecuencias de la adicción a las tecnologías?
Cuando hablamos de las consecuencias del abuso o de la adicción a las pantallas hay que hablar de tres áreas fundamentales: la psicológica, la social y la física.
En lo psicológico, se ha demostrado que el abuso de las tecnologías genera en el adolescente baja autoestima, problemas de concentración, ansiedad-estrés, pensamientos negativos, cambios de humor, irritabilidad, frustración, pensamientos continuos, creer escuchar que suena el móvil…
Al hablar de las consecuencias sociales, hablamos de problemas en el rendimiento académico, reducción de contacto familiar y con su grupo de iguales, introversión y asilamiento.
En lo referente a las consecuencias física: dolores de cabeza, tensión muscular y lesiones físicas en la mano y espalda, fatiga ocular, falta de sueño y cansancio, sedentarismo…
¿A qué tenéis que estar atentos los padres?
Para evitar que vuestro hijo o hija llegue a presentar conductas abusivas o adictiva a las tecnologías, tenéis que estar muy atentos a las primeras señales.
Una de éstas es que cada vez pida estar más tiempo con las tecnologías. Es fundamental que haya un horario que se cumpla. Los adolescentes no tienen todavía desarrollado el cerebro lo suficiente como para saber parar ante algo que le gusta mucho y que le genera tantísimos estímulos, por eso tenéis que ser los padres y madres quienes pongáis un límite.
Otra de las señales y muy relacionada con la primera, es que veáis que está pensando mucho en cuando va poder volver usar la pantalla. Le notáis que pregunta si le falta mucho para poder usarla, si habla mucho de ella y se pone nervioso antes de poder usarla. También habrá que estar atento si es capaz de respetar los horarios ya fijados. Las mentiras sobre las horas que pasa conectados os deben de hacer sospechar de su conducta.
Hay que estar alerta si veis que vuestro hijo o hija está más enfado de lo normal, le empezáis a notar triste o está más nervioso de lo habitual.
Que vuestro hijo o hija adolescente deje de hacer actividades deportivas, de ocio o responsabilidades por estar usando las pantallas es otro indicativo que nos avisa de que algo está pasando. Además, esto suele ir acompañado con que cada vez veis que vuestro hijo o hija no salen tanto, dejan de hacer planes con los amigos y pasan cada vez más tiempo en su cuarto. Ya las relaciones que suele tener no son presenciales, como antes, sino que prefiere las online.
¿Qué podéis hacer?
Lo mejor para evitar este tipo de situaciones es la prevención. Para ello, es recomendable que haya un tiempo controlado para el uso de las pantallas, al igual que unas normas de uso. En el tiempo que haya libre debe de haber actividades alternativas a las pantallas y que sean del gusto de vuestro hijo e hija. No podéis pedirle a vuestro hijo que no use las tecnologías, mientras que no le deis una alternativa.
Es recomendable que antes de que se usen las pantallas, que se supervise que se hayan hecho las tareas o cualquier tipo de responsabilidades que tenga. Además, es importante que los padres no estéis totalmente desvinculado a las aplicaciones, juegos que usen vuestro hijo, es más, incluso que vosotros la lleguéis a usar con ellos es aconsejable.
Desde luego no debéis de olvidar que vosotros sois ejemplos, es decir, no podéis pedirle que no esté con el móvil cuando vosotros estáis las mismas horas que él. Educad desde el ejemplo.
En el caso de que prevenir sea ya tarde, y estemos hablando de un caso de abuso o de adicción, habría que ir a un especialista.