Cuando se empiezan a poner normas en la casa donde antes no existían, sucede muy a menudo que vuestro hijo e hija empiecen a tener conductas más extremas o agresivas. Que ante un “no” vuestro le sigan gritos, insultos o agresiones a un nivel que antes no conocíais y que os hagan dudar de la utilidad real de la consecuencia. Lo que termina provocando que flaqueéis y cedáis ante la conducta de vuestro hijo.
Esto sucede en muchas casas cuando se empiezan a instaurar normas de convivencia y está dentro de lo normal, es algo que se espera que va a suceder y a lo que tenéis que estar muy bien preparados. Habrá algunas consecuencias que no provoquen este tipo de reacciones, pero aquellas que toquen cosas que ellos desean (Tablet, televisión…) o que les cuesta cierto esfuerzo, sí lo provocarán.
¿Por qué sucede esto?
En familias en las que el hijo o la hija se ha erigido como dueño o dueña de la casa, que está acostumbrado a que todo se haga a su antojo, convirtiéndose en auténtico tirano, es normal que cuando se empiece a revertir esta situación el niño saque sus garras para aferrarse al poder.
En una casa la máxima autoridad tiene que ser siempre el adulto. Ojo, máxima autoridad no es el que más grita, el que más manda, el que rige la casa como un ser injusto. La máxima autoridad tiene que ser un adulto que escuche, de afecto, protección y que vele porque se respeten unas normas de convivencia para que todos los miembros de la familia que vivan en la casa lo hagan de la manera más confortable posible.
Dejamos claro que tiene que ser un adulto quien asuma ese rol de máxima responsabilidad porque no siempre es así, y en los casos en los que sea distinto (que son en muchas casas) habrá que empezar a revertir esos roles. El niño tendrá que ir asumiendo poco a poco el rol de hijo y el padre o madre el de adulto con la autoridad que le corresponde.
En el momento que se trabaja para cambiar estas situaciones, tenéis que estar preparados para aguantar pataletas a un nivel que antes no conocíais de vuestro hijo. Él sabe, porque hasta ahora ha sido así, que, gritando, insultado, llorando…puede conseguir lo que quiera, porque papá o mamá ceden. Ceden ya sea porque estáis en la calle y os avergüenza su conducta, porque estáis cansados y no queréis escucharle más, porque le veis tan mal que os replanteáis si realmente merece la pena un “no” viendo como ésta. Puede suceder también que os chantajeen emocionalmente y caigáis en su trampa. Puede haber muchos motivos por lo que termináis cediendo, pero todos tienen un mismo final, y es que ellos saben que con su conducta pueden cambiar un “no” en un “sí”. Por eso, cuando empezáis a poner normas y consecuencias, vuestro hijo o hija os va a llevar al límite, porque anteriormente saben que pueden cambiar ese “no” en un “sí”. Mientras más aguantéis su rabieta, peor se van a comportar porque creen tener el poder para haceros cambiar de opinión. La rabieta parará cuando vea que os habéis mantenido firmes. En algunos niños tardará menos en otros puede que incluso horas.
Estas reacciones se mantendrán durante un tiempo, porque vuestro hijo lleva toda su vida teniendo el poder, por tanto, hará falta constancia y muchísima paciencia para que empiece a ver que la situación no es la de siempre, que empieza a ver un cambio.
Es muy importante la constancia, es decir, que seáis constante en este cambio de actitud, porque es suficiente que un día, de una quincena en la que os habéis esforzado y habéis conseguido vuestro propósito, flaqueéis para que vuestro hijo refuerce su rol de autoridad.
Para ello, es aconsejable que siempre empecéis los cambios en casa, donde os sentiréis más seguros y con más poder, donde no habrá miradas indiscretas que os juzguen y os hagan sentir juzgados, que no sintáis vergüenza por lo que está haciendo vuestro hijo y os hagan ceder ante la pataleta. Una vez que os veáis con confianza y hayáis revertido esta balanza de poder y las rabietas de vuestro hijo sean menores podréis empezar a intervenir en la calle.
Empezad siempre con las cosas más sencillas, las que veáis que son más fáciles de cambiar. Eso os dará confianza y os hará sentir que podéis revertir la situación. Además, vuestro hijo empezará a notar también ese cambio en vosotros.
¿Mientras tanto que hacemos con las normas que sigue sin respetar? Por ahora solo centraros en las normas más sencillas, las otras no existen. Es decir, si veis que hace algo que no debería no le digáis nada, si no le decís nada no está saltándose vuestra autoridad. Es solo en el momento que intervenís cuando vuestra autoridad se pone en juego.
A medida que os vayáis viendo con más confianza, autoridad y que vuestro hijo cada vez respeta más las normas y las pataletas duran menos, son menos frecuentes y tienen menos intensidad, podéis ir interviniendo en normas más difíciles de llevar a cabo, porque vuestro hijo va interiorizando que él ya no tiene el poder, lo tenéis vosotros.