¿Por qué enfada tanto que tu hijo desobedezca?

Para muchos padres y madres, la obediencia de sus hijos es algo fundamental, una prioridad, incluso por encima de su propia felicidad. Sin embargo, cuando un hijo no obedece, surge un sentimiento difícil de reconocer, una emoción que sabemos que no deberíamos sentir, pero que, aun así, está ahí.

Para muchos, la desobediencia se percibe como un ataque a su autoridad, a su autoestima, una falta de respeto como padres. Es normal sentir esto, pero, ¿realmente os gusta sentiros así con vuestro hijo? ¿Realmente, cuando desobedece, os está faltando el respeto?

Lo primero que debéis tener en cuenta es que los niños son niños, y lo natural es que quieran hacer las cosas a su manera. Esto es parte de su proceso de desarrollo y autonomía. Además, lo normal es que siempre quieran el camino más fácil, que rara vez coincide con lo que vosotros les pedís. Es ahí donde comienza un “tira y afloja” entre lo que ellos desean y lo que vosotros consideráis correcto. Pero en ese momento no os están desafiando ni faltando al respeto, simplemente están intentando actuar según su propia lógica y comodidad.

De hecho, estos momentos de conflicto son oportunidades perfectas para enseñarles a gestionar la frustración y aprender a ceder. Pero, para ello, también debéis estar dispuestos a negociar. Preguntaos: ¿realmente todas las normas que imponen son imprescindibles? ¿No habrá algunas que obedecen más a manías personales que a necesidades reales? ¿Es fundamental que todo se haga exactamente cómo y cuándo lo decidís? Si queréis que vuestro hijo aprenda a adaptarse a los cambios (y serán muchos a lo largo de su vida), también debéis estar dispuestos a adaptaros a algunos de los que ellos os proponen.

Pero por qué percibiste la desobediencia de tu hijo como un desafío, como si fuera una competencia en la que solo puede haber un ganador, es decir, o ganáis vosotros o perdéis. Pensad en la gravedad de esta perspectiva: que para que vosotros “venzáis”, vuestro hijo—esa persona a la que amáis con locura—tenga que “perder”.

Si tenéis claro que no queréis ver la relación con vuestro hijo de esta manera, pero aun así seguís sintiéndolo así, ¿por qué será? La respuesta, en muchos casos, está en tu propia infancia. Algunos creen que pueden dejar atrás su niñez a medida que cumplen años, pero la realidad es que la infancia nos acompaña siempre, para bien y para mal. Es en esta etapa cuando la influencia de nuestros padres moldea quiénes somos, y ahí es donde deberíamos indagar: ¿cómo era vuestra relación con ellos?

Si vuestra historia con vuestros padres fue difícil o si sentís que no respondieron a vuestras necesidades emocionales, es posible que, sin daros cuenta, estéis repitiendo sus patrones. Y esto sucede, sobre todo, cuando tu hijo os lleva al límite. En esos momentos, de manera inconsciente, emergen conductas aprendidas y sentimientos que creíais olvidados.

El problema es que tu hijo, como cualquier niño, os llevará al límite una y otra vez. No porque no os respete, sino porque está explorando el mundo y quiere hacer las cosas a su manera. Si a esto le sumamos el estrés del trabajo, la familia o los problemas de pareja, es lógico que la paciencia se agote y que los patrones aprendidos en la infancia resurjan.

Por eso, si sentís esa frustración, que es completamente normal—especialmente porque venimos de una generación en la que la autoridad paterna era indiscutible y la crianza autoritaria predominaba en España—deteneos un momento. Preguntaos: ¿realmente quiero este tipo de relación con mi hijo? ¿Me está desafiando o simplemente está actuando como un niño? Y, aunque pueda ser doloroso, reflexionad sobre vuestra propia relación con vuestros padres y en qué medida puede estar influyendo en vuestra forma de educar.

Eso sí, hazlo siempre sin juzgaros. Ser padre o madre no es fácil. Y el simple hecho de que estéis leyendo este artículo ya dice mucho de vosotros: el deseo de cambiar es el primer paso.

¿Por qué enfada tanto que tu hijo desobedezca?

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