El miedo a equivocarse y cómo afecta a la autoestima

Escucho con frecuencia a muchas familias decir frases como: “Mi hijo no quiere intentarlo porque teme fallar” o “Si no está seguro de que lo hará perfecto, prefiere no hacerlo”.
El miedo a equivocarse es una de las emociones más comunes, no solo en la infancia, sino en todas las etapas de la vida. En pequeñas dosis puede ayudarnos a estar más concentrados o preparados, pero cuando se convierte en un patrón, limita el desarrollo personal, la confianza y hasta la vida social de los niños.

El error forma parte natural del aprendizaje. Sin embargo, los niños no siempre lo viven de esta manera. En ocasiones aprenden que equivocarse no está permitido porque reciben mensajes implícitos que les hacen asociar el fallo con algo negativo:

  • Exceso de críticas o comparaciones. Si cada error se señala con dureza o se compara con otros (“Mira cómo tu hermano sí lo hizo bien”), el niño interioriza que equivocarse es sinónimo de decepcionar.
  • Refuerzo desigual. Cuando solo se aplauden los resultados excelentes y se minimiza o ignora el esfuerzo, el niño concluye que lo valioso es el resultado, no el proceso.
  • Modelos adultos perfeccionistas. Los hijos observan cómo los padres se tratan a sí mismos cuando fallan. Si ven frustración, enfado o autoexigencia excesiva, aprenden que equivocarse es inaceptable.

Poco a poco, el niño desarrolla un sistema de creencias donde “errar = fracasar”, y esto le lleva a evitar situaciones nuevas por miedo a no estar a la altura.

El miedo a equivocarse está estrechamente relacionado con la autoestima. Los niños con una autoestima frágil tienen más miedo que aquellos cuya autoestima está fortalecida, porque para ellos equivocarse se convierte en una descalificación personal. Seguramente vuestro hijo llegue a pensar: “No valgo para nada” o “No soy capaz de hacer lo que otros sí logran”.
De esta forma, se exponen a una espiral autodestructiva: no intentan aquello que parece difícil, evitan los retos nuevos y, si lo prueban una vez y no lo consiguen, lo abandonan poniendo cualquier excusa.

Conviene analizar la conducta de vuestros hijos. A menudo intentan ocultar su inseguridad porque mostrarse vulnerables les hace sentir débiles. En consulta, he visto a muchos padres describir a sus hijos como “vagos” que no quieren hacer deberes ni esforzarse, cuando en realidad lo que había detrás era una autoestima baja. No era pereza, sino miedo a fallar, a no ser suficientes. Incluso, en ocasiones, las discusiones en casa no se originan porque el niño no quiera hacer algo, sino porque prefiere provocar un conflicto antes que enfrentarse a un reto que siente que no podrá superar.

Cuando un niño teme equivocarse, en realidad está viendo el mundo de esta manera:

  1. Dependencia del resultado. Cree que su valor depende de sus notas, de los goles en un partido o del dibujo perfecto que enseña. Si falla, se siente menos capaz y menos valioso.
  2. Inseguridad constante. Vive en alerta, dudando de sí mismo incluso antes de intentarlo.
  3. Evitación de desafíos. Para protegerse, opta por no participar en actividades donde exista riesgo de fallar, reduciendo así sus oportunidades de aprender y crecer.

Una autoestima construida sobre el miedo es frágil, dependiente de la aprobación externa y vulnerable a la crítica.

El miedo a equivocarse no afecta únicamente al ámbito académico o personal; también impacta en la manera en que los niños se relacionan con los demás:

  • Dificultad para participar. En clase, dejan de levantar la mano para no equivocarse delante de sus compañeros. En actividades grupales, prefieren callar antes que arriesgarse.
  • Aislamiento social. Al evitar juegos, deportes o retos donde puedan fallar, pierden oportunidades de conexión con otros niños.
  • Relaciones basadas en la aprobación. Buscan agradar constantemente, temiendo que un error provoque rechazo. Esto puede derivar en vínculos poco equilibrados.
  • Ansiedad social. El temor al juicio ajeno se intensifica, generando nerviosismo en situaciones nuevas o en cualquier contexto donde se sientan evaluados.

A largo plazo, si no se interviene, este patrón puede dar lugar a adolescentes inseguros, con dificultades para defender sus opiniones y con miedo a tomar decisiones autónomas.

¿Qué podéis hacer como padres?

La buena noticia es que tenéis un papel fundamental para transformar la relación de vuestros hijos con el error. Algunas claves son:

  1. Normalizar el error en casa. Hablad de los fallos como oportunidades de aprendizaje. Compartid anécdotas propias donde os equivocasteis y lo que aprendisteis de ello.
  2. Reforzar el esfuerzo más que el resultado. Decid frases como: “Estoy orgulloso de cómo lo intentaste” en lugar de “Qué bien, sacaste un diez”.
  3. Evitar comparaciones. Cada niño tiene su propio ritmo. Comparar con hermanos o compañeros solo aumenta la inseguridad.
  4. Enseñar autocompasión. Ayudadles a tratarse con amabilidad cuando cometen errores, igual que lo harían con un amigo.
  5. Dar espacio a la autonomía. Permitid que tomen decisiones y asuman consecuencias, sin resolverles siempre los problemas.
  6. Celebrar la valentía de intentarlo. Frases como “Qué bien que te atreviste a probarlo” refuerzan el coraje y reducen el miedo.

Educar a un niño para que no tema equivocarse es regalarle libertad. Libertad para probar, para descubrir, para relacionarse con seguridad y para construir una autoestima sólida.
El error no define quiénes somos, pero la forma en que lo vivimos sí puede marcar nuestra manera de vernos y de relacionarnos con los demás.

Como padres, podéis ayudar a vuestros hijos a comprender que equivocarse no les hace menos valiosos, sino más humanos. Y que, en la vida, lo que realmente cuenta no es no fallar nunca, sino levantarse, aprender y seguir adelante.

El miedo a equivocarse y cómo afecta a la autoestima

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *