Vuelta al cole: cómo ayudar a tus hijos sin presionarles con las notas

La llegada de septiembre significa, inevitablemente, el fin de las vacaciones de muchos y la vuelta al cole de vuestros hijos. Retomar el curso siempre está cargado de expectativas en los estudiantes: clase nueva, qué profesores me tocarán, qué compañeros tendré… Pero también está lleno de expectativas en los padres: ¿Sacará buenas notas? ¿Aprobará todo este año? ¿Conseguirá la media que necesita?

Es normal que, como padres, queráis lo mejor para vuestros hijos y que el colegio se convierta en uno de los principales escenarios en los que depositáis esas aspiraciones. Sin embargo, muchas veces se olvida algo fundamental: la infancia y la adolescencia no son una carrera de calificaciones, sino etapas de aprendizaje, descubrimiento y crecimiento personal.

Las expectativas que tengáis sobre vuestros hijos tienen un efecto poderoso en ellos, aunque no siempre de la manera que pensáis. Si el objetivo es que saque un 10 en inglés porque va a una academia y además ha pasado el verano en un campus en Irlanda, esa expectativa puede convertirse en una carga más que en una motivación.

A veces ni siquiera hace falta verbalizarlo: basta con cómo reaccionamos ante las notas. Cuando un 9 o un 10 se celebra como si fuera una fiesta, pero ante un 6 se señala que “hay que esforzarse más” o se pone cara de pocos amigos, el mensaje que recibe el niño es claro: solo vale lo excelente.

En la consulta lo veo con frecuencia: adolescentes con altos niveles de ansiedad por las notas, convencidos de que, si no sacan sobresaliente, decepcionarán a sus padres y no serán “buenos hijos”. Cuando hablo con esos padres, muchos aseguran que nunca le han dicho a su hijo que deba sacar un sobresaliente, y probablemente sea cierto. Pero la forma en que han reaccionado ante un 10 suele ser muy distinta de cómo lo han hecho ante un notable.

Incluso en etapas como Bachillerato, donde la presión académica aumenta, algunos padres dicen a sus hijos que “las notas no importan” y que no quieren verles sufrir por ellas. Sin embargo, el adolescente ya ha interiorizado durante años que lo que realmente valía en casa eran los resultados. Ese mensaje temprano pesa más de lo que imaginamos.

Lejos de ayudar, esta presión puede generar ansiedad, miedo al fracaso y una autoestima frágil, basada en el resultado en lugar de en el esfuerzo o la perseverancia. Los niños y adolescentes terminan creyendo que su valor depende de una calificación, en vez de entender que son mucho más que eso.

En lugar de centrar la atención en las notas, es mucho más enriquecedor valorar el esfuerzo. El esfuerzo significa constancia, responsabilidad, capacidad de organizarse, tolerancia a la frustración y deseo de superación. Todas estas cualidades son fundamentales no solo en la escuela, sino también en la vida adulta.

Cuando reforzáis el esfuerzo en lugar del resultado, los niños aprenden que equivocarse no es fracasar, sino una parte natural del aprendizaje. También entienden que lo importante no es ser “el mejor”, sino dar lo mejor de sí mismos.

Un niño que se siente reconocido por su empeño probablemente seguirá intentándolo, aunque los resultados no sean inmediatos. En cambio, aquel que percibe que solo importa la nota tenderá a rendirse o a buscar atajos, porque teme no estar a la altura.

Ideas prácticas para reforzar en casa:

  1. Valorar los procesos, no solo los logros. Frases como “Me gusta cómo te organizaste para estudiar” ayudan más que un simple “Bien por el sobresaliente”.
  2. Normalizar los errores. Equivocarse es parte del aprendizaje. En lugar de criticar, podemos preguntar: “¿Qué aprendiste de este error?”.
  3. Comparar con uno mismo, no con los demás. Lo importante es que el niño se supere respecto a su propio esfuerzo anterior, no frente a sus compañeros o hermanos.
  4. Celebrar pequeños avances. No esperar a las notas finales: cada paso cuenta. Un “Hoy entendiste mejor el problema que ayer” puede ser un gran refuerzo.
  5. Predicar con el ejemplo. Los padres sois el faro de vuestros hijos. No sirve decir “no cometáis mis mismos errores” si no hay un cambio real en vosotros.

Bajar el nivel de exigencia no significa desentenderse de los estudios, sino cambiar el foco. Se trata de acompañar a los hijos desde la confianza y no desde la presión. Cuando un niño siente que sus padres creen en él, incluso aunque no saque un diez en todas las materias, crece su motivación interna y su seguridad.

Por el contrario, cuando todo se mide en notas, el vínculo familiar corre el riesgo de resentirse. El hijo puede llegar a esconder información, estudiar desde el miedo o incluso dejar de contar con sus padres como apoyo, porque los percibe como jueces en lugar de como aliados.

 

El colegio es importante, sin duda, pero no lo es todo en la vida de un niño. Junto a lo académico, necesitan espacios de juego, deporte, descanso, creatividad y, sobre todo, conexión emocional con sus padres.

El equilibrio entre estos aspectos es lo que favorece un desarrollo integral. Si todo gira en torno a las notas, los niños pierden la oportunidad de vivir su infancia con libertad y confianza, que son la base de una adultez sana.

En esta vuelta al colegio, la invitación para los padres es sencilla y profunda a la vez: acompañad a vuestros hijos con expectativas realistas, reforzad su esfuerzo y valorad su singularidad.

Las notas pasarán, pero el recuerdo de cómo se sintieron mirados, apoyados y comprendidos en casa permanecerá para siempre.

Vuelta al cole: cómo ayudar a tus hijos sin presionarles con las notas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *