La realidad es que, cada día, los niños pasan más tiempo frente a las pantallas que jugando en el parque con sus amigos. Poco a poco, se han ido encerrando en sus habitaciones, donde pueden pasar horas entretenidos, y no precisamente con Playmobil o lápices de colores, sino frente al ordenador o a una consola. Las pantallas se han convertido, tristemente, en el “mejor amigo” de muchos niños.
Lo ideal sería que esto no fuera así, que las pantallas no tuvieran tanto protagonismo en sus vidas. Pero esa no es la realidad, y como padres, tenemos que aprender a jugar con las reglas actuales. Mi opinión sobre el uso de pantallas es clara: cuanto más tarde se introduzcan, mejor. Y, desde luego, el tiempo de uso debe ser lo más limitado posible. Los niños necesitan explorar el mundo, relacionarse con otros de su edad y aprender a aburrirse, algo fundamental para desarrollar la creatividad. Pero, repito, esa no es la realidad en la mayoría de los hogares.
Teniendo en cuenta que los videojuegos ocupan una parte importante del tiempo de ocio de los niños, aquí van algunas pautas para un uso responsable:
Elegir videojuegos adecuados
A la hora de escoger un videojuego, es fundamental fijarse en el sistema de clasificación PEGI, que indica para qué edad está recomendado. Esta guía nos informa si el juego es apto para todos los públicos o si es solo para mayores de 16 o 18 años.
Revisar el contenido
No basta con ver si el juego es de muñequitos o tiene dibujos animados. Muchos videojuegos aparentemente inocentes contienen violencia, escenas sexuales, prostitución, drogas, entre otros contenidos inapropiados. Por ejemplo, ningún título de la saga GTA es adecuado para menores, por mucho que el niño diga que solo quiere conducir coches y no hará “nada malo”.
Establecer límites de tiempo
Es imprescindible marcar límites claros. Los videojuegos no deben ser una prioridad; antes están las responsabilidades diarias. La Asociación Española de Pediatría recomienda no más de dos horas al día durante la semana escolar y un máximo de tres los fines de semana. Incluso estas cifras pueden parecer excesivas, especialmente en edades tempranas.
Además, si juegan durante varias horas, es crucial que hagan pausas cada 30 a 60 minutos para descansar la vista y la postura corporal. Nunca se debería jugar por la noche, ya que afecta negativamente a la calidad del sueño.
Jugar con ellos
Compartir tiempo de juego con vuestros hijos es muy recomendable. No solo fortalece el vínculo emocional, sino que también os permite supervisar el contenido de los juegos. Esto cobra aún más importancia en los juegos en línea, donde es vital enseñarles a detectar comportamientos inapropiados y recordarles que nunca deben compartir información personal.
Control parental y entorno seguro
Activad el control parental en consolas y dispositivos para restringir el acceso a contenidos inapropiados o a compras no autorizadas. También es preferible que las consolas estén en espacios comunes de la casa, no en las habitaciones, para mantener una supervisión más sencilla. No olvidemos que en los juegos online existe el riesgo de que adultos se hagan pasar por niños con intenciones peligrosas.
Distinguir realidad y ficción
Ayudadles a diferenciar el mundo real del virtual. Lo que ocurre en los videojuegos no se traslada a la vida real. Esta distinción es fundamental: incluso se han visto casos en conflictos como la guerra en Ucrania donde jóvenes, influenciados por videojuegos como Call of Duty, se han presentado voluntarios creyendo que vivirían una experiencia similar a un juego, y se han enfrentado con una dura y trágica realidad.
Fomentar la autorregulación emocional
Los videojuegos pueden generar frustración y nerviosismo. Aprovechad el tiempo de juego para enseñarles a reconocer esas emociones, a parar cuando se sientan alterados y a buscar formas de relajarse.
El uso de pantallas y videojuegos es ya parte de la vida cotidiana de los niños, y negarlo sería poco realista. Sin embargo, como adultos, tenemos la responsabilidad de guiar su uso de manera consciente y equilibrada. Establecer límites, conocer los juegos, fomentar el diálogo y acompañarlos en el proceso es clave para que disfruten del mundo digital sin poner en riesgo su desarrollo emocional, físico o social.